Una ventana al Mar

Estas torres altas, que reinan al borde de las costas desde la Antigüedad, son el lugar perfecto desde el que contemplar el mar.

Los podemos ver en muchos litorales y aún tienen esa atracción magnética, ese misterio que nos hace pensar en historias de piratas y de aventureros.

Como están anclados en sitios estratégicos, entre la tierra y el mar, los faros tienen las mejores vistas y nos transmiten calma y seguridad.

Desde el faro somos los reyes y reinas del océano.

Contra viento y marea

Los faros nacieron hace siglos y siglos, cuando no existían los GPS. Y esa es su función: hacer de guía a los navegantes y avisarles de posibles peligros. Con sus destellos luminosos señalan dónde se encuentra la tierra firme para poder llegar a ella.

En su parte más alta hay una o dos lámparas, que se conocen como linternas, que emiten halos de luz que duran unos segundos para avisar a los barcos en la noche. Sus construcciones alargadas son muy fuertes, resistiendo los vientos y el agua, por eso son símbolo de fortaleza y valentía.

¡Tierra Firme!

Hacer una excursión a un faro es toda una aventura. Lo vemos a lo lejos, tan alto, señalándonos el camino. Cuando llegamos a él estamos rodeados de un paisaje natural y silencioso de la arena de la playa y las olas.

El mar a un lado, al otro, la tierra. Los fareros, que se encargas de que todo funcione bien, son los habitantes de estas torres. Como ellos, podemos ver los barcos y las gaviotas en el horizonte e imaginar grandes historias de valientes exploradores.